Poema a mi papel
Alejandra Pizarnik
leyendo propios poemas
penas impresas trascendencias cotidianas
sonrisa orgullosa equívoco perdonado
es mío es mío es mío!
leyendo letra cursiva
latir interior alegre
sentir que la dicha se coagula
o bien o mal o bien
extrañeza de sentirse innatos
cáliz armonioso y autónomo
límite en dedo gordo de pie cansado y
pelo lavado en rizosa cabeza
no importa:
es mío es mío es mío!!
extrañeza de sentirse innatos, ¡qué afirmación! “Poema a mi papel” pone en evidencia un juego de palabras: contrapone lo trascendente que encierra la esencia de un poema, con lo efímero e intrascendente de lo que significa la palabra “papel”, o el objeto mismo. Éste es un poema dedicado, “A mi papel”. Y siempre que me encuentro frente a un trabajo de Pizarnik me surge la pregunta, ¿a qué se refiere? ¿Al papel, o al “papel” de poeta? Y me nace la duda porque percibo, que en todo este poema, la voz lírica me habla de su “papel” de poeta.
El poema empieza con un gerundio, leyendo; y así, de esa forma, se nos da la idea que lo que a continuación viene es consecuencia de esa acción de leer. Y en “Leyendo propios poemas”, como en penas impresas trascendencias cotidianas, la autora, pero en su papel de lectora, descubre en esos versos escritas sus penas, lo cotidiano y todo aquello que deja trascender en dichas palabras. Traslucen al autor, deslizan sutilmente una idea de su estado. Son imágenes de su realidad, que se le escapan al autor, y que sólo puede intuir un lector sensible cuando hace una lectura detallista a través de las entre líneas, o los intersticios de los versos. Cuando pone en práctica su habilidad, o los conocimientos adquiridos como lector apasionado. Gracias a su lectura intuitiva, la que aprendió con auxilio de la percepción sensible, y el socorro de sus emociones y sentimientos. La voz poética nos dice cuánto hay de extrañeza de sentirse innatos, y así, nos está revelando que tiene cierta consciencia de haber nacido poeta. Y en sonrisas orgullosas equívocos perdonados, vislumbra la benevolencia con la que como autora acepta lo que es suyo; con benevolencia y una sonrisa, hasta los errores. Es mío es mío es mío, es mío es mío es mío!, dice la poetisa. Y con esta afirmación se reconoce.
Este poema hace referencia a Cáliz. Recipiente sagrado que se utiliza para consagrar el vino en la misa. Pero también, es la cubierta exterior de una flor, lo delicado de ella; la que preserva dentro de sus entrañas la vida. Los dos conceptos llevan a pensar en trascendencia. A desear sentir que la dicha se coagula. La dicha al coagularse se petrifica. Esconde un deseo de goce, de poder vivir eternamente en ese estado. Y el deseo de que poema, como una roca, trascienda lo particular y el tiempo. Trascender es una metáfora, significa ir más allá. Incluye, desde el punto de vista filosófico, la idea de superación o superioridad. La de sobresalir, pasar de «dentro» hacia «fuera» de un determinado ámbito; superar las limitación del encierro. Es ir más allá de las cosas del mundo que conocemos, porque sólo de esa manera se llega a lo Universal.
Este poema tiene versos que nos recuerdan los límites que debe mantener un poema. A pesar de comenzar como palabras enrolladas, como todo cabello recién lavado, “pelo lavado en rizosa cabeza”, los versos deben alisarse, acomodarse armoniosamente para lucir coherentes. Deben quedar delimitados tal como delimita a un pie el dedo gordo. Y esta delimitación surge en la poesía sólo luego de un largo y cansado trajín con el papel.
Trabajo de Cartel.
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